miércoles, 24 de septiembre de 2008

El Metro (Por Jackyboy, que no soy yo)



Como tantos otros, utilizo diariamente el metro para desplazarme a mi lugar de trabajo. Aquí he podido observar todo tipo de despropósitos, los cuales cito a continuación. Por supuesto, estos grupos no son excluyentes entre sí, es decir, un gilipollas puede pertenecer a uno ó varios grupos, de hecho hay mucha gente en esta situación.


1. Son gilipollas los que bajan las escaleras atropelladamente, como si estuvieran en algún tipo de competición, sin darse cuenta de que más vale perder un minuto en la vida que la vida en un minuto. Algunos lo hacen por sistema y otros creyéndose muy inteligentes, sólo con oír un metro que se acerca se ponen en seguida a la carrera pero sin observar que la gente que va por delante de ellos reduce rápidamente el paso al comprobar con decepción que no viene su tren sino el que va en sentido contrario.

2. Son gilipollas los que se empeñan en usar el ascensor cuando ya no cabe nadie más. Con algo de decisión y mucha desvergüenza, no dudan en empujar a todos los que hay dentro para asegurarse ellos una plaza. Con ello, no sólo ponen en peligro la seguridad del ascensor y de las personas al exceder la carga máxima aconsejada, sino que, en el mejor de los casos, las puertas no se cierran debido a que alguno queda entre ellas. Por si ello fuera poco, durante el descenso del aparato es habitual verse obligado a escuchar la horrible música de algún otro gilipollas que aunque lleve cascos, los lleva a tal volumen que no sólo sufren sus oídos sino el buen gusto de los demás.

3. Son gilipollas los que cogen periódicos indiscriminadamente aunque sólo vayan a leer cuatro frases. Creen estar al día con esta información de dudosa calidad y después no dudan en dejar el ejemplar en cualquier sitio, con lo que los papeles acaban desperdigados por el suelo ó bien lo tiran a la basura haciendo caso omiso de las reiteradas advertencias sobre el alarmante consumo de papel. También están los falsos intelectuales que intentan alardear de su intelecto leyendo de pie o sentados en el suelo, aguantado sobre una sola mano el peso de algún libraco enorme producto del best-seller de turno. Ningún amante de la lectura puede disfrutar leyendo en tan cortas sesiones y con tanto ruido, pero para quienes el deseo de leer sea tal que no puedan resistirse, hay muchísimos otros libros que podrían transportar más fácilmente y que no por breves dejan de ser excelentes.

4. Son gilipollas los que una vez dentro del metro van quejándose del calor que hace, pero son tan vagos o tan estúpidos que no se les ocurre quitarse el abrigo aunque vayan ahogados. Luego hay otros que parecen no saber que más vale limpiarse bien el culo que ducharse a diario. Al cabo de algunas horas, el ambiente queda cargado de un tufo insoportable por la mezcla de sudor, mierda y aire viciado y que todos los demás usuarios han de respirar.
Después al salir del metro no falta quien sube las escaleras a pie, aunque funcionen las mecánicas, sometiendo al corazón a un esfuerzo innecesario y perjudicial, y creyéndose que así van a estar en forma, cuando esto no es cierto.

5. Son gilipollas los amantes de la comunicación y las nuevas tecnologías que hablan a un nivel de voz mayor que en su propia casa, como si creyeran su conversación muy interesante y quisieran compartirla con los demás; qué tiempos aquellos de hace cinco años, cuando no se podía usar el móvil bajo el suelo!. También los hay que haciendo uso de su dispositivo de última generación obligan a los demás a escuchar sus estúpidas canciones descargadas ilegalmente desde Internet. Se suman a este espectáculo los músicos ambulantes que tienen gran mérito, no por tocar bien sino por ser capaces de interpretar la misma canción cincuenta veces al día. Los que les dan limosna les hacen un flaco favor al convertirse en mecenas de este trabajo tan penoso e indigno para cualquier persona.

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